ENVIADO POR: Wilfredo Quiroz Campana (Bachiller en Medicina Veterinaria)
FUENTE:http://www.laplazareal.net/zaldivarindulto1.htm
Escrito por: Dr. Juan José Zaldivar
EL INDULTO DE UN TORO
Primera parte
Los tiempos actuales están propiciando que veamos con mucha frecuencia, sin duda más de la debida, y casi siempre en plazas de segunda y tercera categorías -en cabeza figura la Plaza Real de El Puerto de Santa María-, en la extensa geografía taurina, indultos de toros de lidia, en la mayoría de los casos antirreglamentarios. ¿Y por qué no se indultan en plaza de primera? Si a lo últimamente señalado agregamos, a título de ejemplo, la relación de las dos decenas largas de toros y un novillo, todos supuestamente de bandera indultados por un solo matador -como es el caso del artístico y dominador torero valenciano Enrique Ponce, entre el (14-09-1992) y 2005, en España, Colombia, Ecuador y Venezuela, incluyendo al astado Almansito en la Plaza Real de El Puerto-, no sólo deja al descubierto la imposibilidad de abarcar en una simple nota como esta a todos los astados notables indultados, sino lo que es más preocupante: que a plaza como la nuestra los supuestamente aficionados carecen en su mayoría de los conocimientos para saber las características fundamentales que debe reunir un toro para que se le perdone la vida –de ahí que conformaremos dos partes-, de lo que literalmente se aprovechan diestros con gran técnica y arte para embaucar fácilmente a la concurrencia.
Y es que plazas de esas categorías poco importa el celo bravo de un toro por acometer sin vacilaciones a los caballos, de ahí que los toreros o sus subalternos, casi siempre, se los arrimen hasta los mismos petos y cuando llegan a ellos, el picador le hace un corral con el caballo –la cabriola- y los masacran, perdiendo el primer tercio su ancestral belleza, y es muy difícil tener conciencia de cuántas varas del pasado corresponden a una de las largas en tiempo que hoy se dan. Muchos indultados, han carecido de lámina-de exterior armónico y que algunos parecen que tienen todo el traje descocido-, le han corrido a los caballos…, han escarbado la arena, han tomado la querencia de las tablas, como buenos manos…, pero el respetable borra pronto lo pasado y se deja embaucar por una serie de pases sin emoción alguna y es cuando el diestro deja de ser torero para interpretar una pieza de teatro que provoca instintivamente la participación de toda una bola de desconocedores y los toros son indultados, pero no en Madrid, ni Sevilla, ni Barcelona, ni en Valencia… Ello deja al descubierto que más que una verdadera calidad de los astados lo que impulsó el ánimo de los espectadores, en muchas ocasiones, a solicitar dichos indultos, fue la calidad artística, el poderío, dominio de las suertes y la belleza plástica que imprime en sus faenas, el referido Enrique Ponce. Los diestros como éste en España y en su día Eloy Cavazos en México, han indultado muchos toros que, pese a su mansedumbre, se manifestaban noblemente ante la muleta y todos tan contentos.
El primer toro indultado en la Plaza de Toros de El Puerto lo fue la tarde del (23-07-1860), cuando salió al ruedo portuense un toro de la ganadería de D. Joaquín Jaime Barbero, llamado Contador. El Tato lo recibió con el capote, cuando como ocurría entonces ya estaban en el ruedo los tres varilargueros montando sus caballos aún sin petos. Los picadores fueron, Antonio Calderón, Juan Alavés y José Trigo. Entre los tres asestaron 39 (*) puyazos al astado, sin que les mataran ni voltearan ningún jamelgo, lo cual fue una verdadera hazaña propia de aquellos extraordinarios picadores. Tal fue la euforia del público –como se repite en nuestros días- que llenaba los tendidos de la plaza, que pidieron el indulto de las res antes de empezar el lidiador a prepararla para la suerte suprema, a lo que accedió la presidencia del festejo, y el Tato no llegó ni a coger la muleta. Los tres picadores abandonaron la plaza recibiendo elogios del público.
(*) Sólo cuatro astados superaron entonces a Contador: Almendrito III, cárdeno o sardo, de don Joaquín Pérez de la Concha, lidiado en Almería el (22-08-1876), que tomó nada menos que 43 varas; Centella, de don José María Torres, de Arahal (Sevilla), lidiado en Cádiz, el año 1851, tomó 53 puyazos sin volver la cara, mató nueve caballos, hirió a cuatro, que pudieron morir en las caballerizas; Llavero, de don Nazario Carriquiri lidiado en Zaragoza el (14-10-1860), que tomó, sin volver la cara un solo instante, nada menos que 53 varas; y, por último, Campeón, lidiado el (20-05-1853), en la plaza de Ronda (Cádiz, España), de don Clemente Lesaca, al que por carecer de nombre en la tauromaquia le bautizamos con el de Campeón, que tomó el número inconcebible de sesenta y cinco varas, matando once caballos y dejando mal heridos a cinco. Aquella fiera decía Frasquito que había hecho la cubrición de vacas en la ganadería, y si bien tenía la edad de seis años cumplidos, hallábase flaca. «Es cosa admirable -añadía-: hecho pedazos su morrillo, desangrándose, harto de cornear y rendido materialmente, se le caía la cabeza, tocando el suelo con el hocico, apenas sentía que uno de nosotros entraba en suerte, levantaba y partía con la misma fiereza, con el mismo ímpetu que en las primeras varas.
Segunda Parte
Ya citamos en la primera, poco más o menos, sobre un fenómeno que consideramos realmente complejo: la inercia actual de numerosos supuestos aficionados por apresurarse a solicitar masivamente el indulto de un toro. El asunto es complejo, pero solito deja al descubierto que tal fenómeno es una respuesta normal en Plazas en que sólo se dan unas cuantas corridas de toros y cómo que se siente una inclinación a provocar hechos sobresalientes en los que todos participen del protagonismo fervoroso de pedir un indulto. Esto lo saben los toreros y especialistas hay en que aprovechan una embestida suave para estimular tal inclinación. Y la concurrencia no suele observar el cruce de miradas entre el diestro, el empresario y hasta el ganadero –la opinión del señor Presidente poco les importa- para concertar un verdadero preindulto. Y casi siempre lo logran, porque la función teatral se convierte en una pieza magistral, que interesa al ganadero, al empresario, al torero y le da categoría a la plaza, aunque el astado debió ir al desolladero.
Cuando un toro sale al ruedo ya debe el buen aficionado por en marcha su mayor atención. Para ese inicio no hace falta saber de toros, ya que un animal de bella estampa, es decir, con una conformación corporal equilibrada, con mayor desarrollo del tercio anterior sobre el posterior –algunos indultados parecen gruesos tubos- con un tronco largo, dorso recto, cuello musculoso y, lógicamente, potente, y bien amorrillado, es decir, un hermoso toro, es cosa que todos saben apreciar de inmediato, y, sobre todo una encornadura bien implantada y armónicamente desarrollada. Pero hay que observar su agilidad y prontitud para ir donde se le llame, sin titubeos y sin distraer la mirada en ningún momento, porque un toro verdaderamente bravo nunca se distrae y menos desparrama la vista por toda la plaza, cuando no a los tendidos. La misma manera de salir al ruedo nos dice ya cómo será su comportamiento. Esos que salen husmeando los bordes de madera de la puerta de toriles, que caminan con pasos inciertos y se detienen, son los peores presagios. O esos otros que salen como endemoniados, impulsados como Catetón por no soportar el tremendo dolor que le producía tener un ojo con un fuerte traumatismo, también es algo que los aficionados descubren como algo extraño…acobardando a todos los diestros.
¡Oh los toros que parecen trotar alegres como los caballos!, fijos en sus recorridos como los huracanes y no erráticos que a todos confunden. Son los que pasan a buen son el capote y después la muleta. Los que en el caballo se quedan clavados sin tirar derrotes en todas direcciones y no se salen fácilmente. No doblan las manos porque están bien aplomados en sus extremidades y tienen el peso justo… ni gigantes ni enanos. Y los diestros, sin en verdad se ajustan a la pureza del primer tercio, no deben buscar que sólo reciban un prolongada puya, sino que hay que sacarlo y ponerlo una o dos veces más en suerte. Lo que ocurres es que la efectividad de ese hermoso primer tercio se diluye y pierde toda su original belleza. La mayoría de las veces el toro no se entrega con bravura y desiste en su empeño. Toros deficientes en el caballo jamás deberían indultarse, por muchos pases de rutina que le de el matador de turno, todos carentes de emoción, por mucha belleza vacía con la que quieran embaucarnos.
Finalmente nos encontramos con el peor problema: se está perdiendo en los aficionados la idea de lo que debe ser un toro bravo, de esos a los que temía Juan Belmonte. Animales perfectos de cuerpo y espíritu, cargados de bravura, nobleza e irradiando emotividad, y no que a fuerza de que se nos ofrezcan continuamente toros descastados, con una deficiente capacidad muscular del tercio anterior, que son una de las causas del frecuentes volteretas, con extremidades endebles, sin la capacidad respiratoria para moverse con agilidad, muchos de ellos con demasiado peso, cuando no cebados, se hacen torpes para la lidia y no aguantan los quince minutos, es por lo que ya no sabemos a veces ni lo que estamos viendo. Es decir, debilidades por todas partes, internas y externas, pero una y otra vez se siguen indultando. Sólo la sabia Providencia hace que, en la mayoría de los casos, los toros indebidamente indultados, por sus mismas debilidades biológicas no soporten las curas y se mueran. Pasa como en los penalties futboleros injustamente pitados, que casi siempre se echa el balón fuera.
Conclusiones
no sólo deja al descubierto la imposibilidad de abarcar en una simple nota como esta a todos los astados notables indultados, sino lo que es más preocupante: que a plaza como la nuestra los supuestamente aficionados carecen en su mayoría de los conocimientos para saber las características fundamentales que debe reunir un toro para que se le perdone la vida
Muchos indultados, han carecido de lámina-de exterior armónico y que algunos parecen que tienen todo el traje descocido-, le han corrido a los caballos…, han escarbado la arena, han tomado la querencia de las tablas, como buenos manos…, pero el respetable borra pronto lo pasado y se deja embaucar por una serie de pases sin emoción alguna
el poderío, dominio de las suertes y la belleza plástica que imprime en sus faenas, el referido Enrique Ponce. Los diestros como éste en España y en su día Eloy Cavazos en México, han indultado muchos toros que, pese a su mansedumbre, se manifestaban noblemente ante la muleta y todos tan contentos.
...la concurrencia no suele observar el cruce de miradas entre el diestro, el empresario y hasta el ganadero –la opinión del señor Presidente poco les importa- para concertar un verdadero preindulto.
Pero hay que observar su agilidad y prontitud para ir donde se le llame, sin titubeos y sin distraer la mirada en ningún momento, porque un toro verdaderamente bravo nunca se distrae y menos desparrama la vista por toda la plaza, cuando no a los tendidos. La misma manera de salir al ruedo nos dice ya cómo será su comportamiento.
Se está perdiendo en los aficionados la idea de lo que debe ser un toro bravo, de esos a los que temía Juan Belmonte. Animales perfectos de cuerpo y espíritu, cargados de bravura, nobleza e irradiando emotividad, y no que a fuerza de que se nos ofrezcan continuamente toros descastados, con una deficiente capacidad muscular del tercio anterior, que son una de las causas del frecuentes volteretas, con extremidades endebles...
No es que nos parecemos a Mexico,los hemos superado,la concurrencia en Acho está equivocada,quienes deberían orientar, la prensa taurina,son los que están al servicio de la empresa,una verguenza. Estimado Sr:Quiroz C.Una sugerencia con el mayor respeto,es carioca.
ResponderEliminarPor lo demás oportuno el artículo.
Señores, como articulo academico y romantico, es extraordinario, sabemos quien es el sinverguenza de Ponce, el tema es que si sigue el mentecato de pinocho, entonces hay que hablar con Felipe Carbonel para inscribirnos en un record guines a la cantidad mayor de toros indultados solo en cuatro corridas, Carajo, si todos los pegapases que vienen pertenecen a la realeza indultomana vendiendo humo y fantasias, pinocho pasará a la historia por numero de indulto, el publico de acho se coronara con el cetro de la estupidez y la tontomania sera requisito para comprar abonos en la proxima feria, conmigo no cuenten para esta farsa. Pinochoooooo LARGATE Y NO NOS CAGUES..
ResponderEliminarEl Chofre del Rimac