Peña Taurina Tendido 10

lunes, 13 de septiembre de 2010

HOY TOREA PAULA Y DOS MAS

FUENTE: Toros ABC

Enviado por: Baldomero Cáceres

«Yo he toreado con las fatiguitas de la muerte»
En los cincuenta años de alternativa, se sincera con ABC y reflexiona sobre la historia del toreo, su concepto de la Tauromaquia y los diestros de hoy
FERNANDO CARRASCO / EL PUERTO DE SANTA MARÍA
Día 12/09/2010

Su porte le delata. Nada más verlo aparecer por la puerta del hotel sabe uno que tiene que ser torero. Sus andares, maltrechos por mor de las malditas rodillas, se tornan majestuosos apoyados en el bastón. Pero la figura erguida, el cuerpo hacia delante, como si citase al toro dando el pecho. El cabello, otrora azabache, está salpicado por vetas cárdenas que le confieren aún más ese aspecto de maestro. Lo que es. Alrededor del cuello, una toalla. Sí, una toalla, como leen. ¿Genialidad? Genialidad, a qué dudarlo

Rafael Soto Moreno. Rafael de Paula en cada tarde de ensueño en cualquier plaza de toros. Oro en su alternativa. Cincuenta años desde que, un niño todavía, se acarteló nada menos que con Julio Aparicio y Antonio Ordóñez en Ronda para doctorarse en Tauromaquia. El torero de las muñecas prodigiosas, de la cintura imposible y del temple de los elegidos. Capaz de la gloria y del infierno. «Claro que he reparado en que se cumplen cincuenta años de mi alternativa —señala cuando se le pregunta por la efemérides y pide a la camarera una cerveza “que sea cruzcampo”—. Claro que sí, porque soy el enfermo».

¿Recuerda aquel día? Pregunta ingenuo el periodista. «Me parece que fue ayer. Tenía 20 años. Llevaba la plaza de Ronda Pepe Belmonte —hace una pausa y le da una calada larga al cigarrillo—. El día antes toreé en Tánger la última novillada. Llegué de madrugada a Ronda. Me llevaba entonces Bernardo Muñoz, “Carnicerito de Málaga”, que después fue mi suegro. Él era muy amigo y quería mucho a Antonio Ordóñez. Y Ordóñez le ofreció a Bernardo que yo tomase la alternativa ese día. Fue por iniciativa de Ordóñez». Nueva pausa y mirada perdida al cielo. «Para mí era una ilusión, una satisfacción, un orgullo que me dieran la alternativa esos dos grandes toreros».

E inicia el paseíllo del recuerdo de aquella tarde. «Fue una corrida de toros de Atanasio Fernández, que entonces lo mataba mucho Antonio Ordóñez. Los maestros Aparicio y Ordóñez estuvieron muy bien. Yo, al de la alternativa, castaño, le corté una oreja. Y al sexto las dos. Pero Ordóñez estaba en su casa. Y pidió el sobrero y le cortó todo… supongo que sería “pal” puesto de la gandinga (en Jerez se llama así a los puestos de casquería)».
Las columnas del toreo
Y entonces la charla —me niego a llamar a estas líneas entrevista— da otro giro. Inesperado, como ha sido el toreo de Rafael de Paula. Saca un folio que trae. «Esto es, sencillamente, mi conocimiento del toreo». Hay escritos nombres. Una lista parece. «El toreo —continúa el maestro— se compone de columnas. Las columnas tienen capitel y basamento. Los capiteles de estas doce columnas los componen estos toreros». Y me enseña la lista y me la da para que me la quede. Transcribo tal cual viene escrito: «Joselito el Gallo “Gallito”, Juan Belmonte García “El Pasmo de Triana” (los dos, José y Juan, protagonizaron la Época de Oro del toreo, así reconocida para los restos), Manuel Jiménez “Chicuelo”, Félix Rodríguez, Fermín Espinosa Saucedo “Armillita Chico”, Joaquín Rodríguez Ortega “Cagancho”, Domingo Ortega López, Silverio Pérez Gutiérrez, Manuel Rodríguez Sánchez “Manolete”, Antonio Mejías Bienvenida, Luis Miguel Dominguín y Antonio Ordóñez Araujo».
Tras repasarla al alimón, se arranca de nuevo el maestro. «Estos son los capiteles del toreo de todo el siglo XX. Ahora, el más grande, porque tenía o poseía las mejores condiciones de todos, sobre todos los demás, Joselito el Gallo. Ése es el mejor torero que ha parido madre de todos los tiempos. Ése es mi conocimiento y a la conclusión que llego». Y tiene argumentos, «en plural», para sostenerlo. Cuenta una anécdota. En una tertulia, se acercó a Andrés Martínez de León. «Yo sabía lo gran pintor que era. Le dije, “don Andrés, ¿me puede decir cómo eran Joselito y Belmonte?” “Mira, chaval, me dijo, a Belmonte lo entendías tú como todo el mundo. A Joselito no”. Belmonte era humano y Joselito no, de otra especie».
Otra más. Ésta de José Flores Camará y Manolete. «Camará era muy de José y se llevaba todo el día hablando de él. Y un día le dice Manolete, vistiéndose de torero: “Don José, ¿tan bueno era Joselito que todo el día se lleva hablando de él?” Y le responde Camará: “Cómo sería, que si viviera, tú no te vestirías de torero”. ¡Y se lo estaba diciendo nada menos que a Manolete!».
Le comento que José Gómez Ortega, empero, tenía una concepción muy distinta a la suya. «Soy objetivo —me responde—. En ese papel hay toreros de un corte muy distinto al mío. Pero eso no deja de ser y de reconocer la verdad, y entender lo que es el toreo en definitiva. El toreo se comprende de conceptos, y en ese concepto hay que ser objetivo y reconoce que los toreros llamados poderosos forman parte del arte del toreo».
Y entonces vuelve a hacer una larga pausa. «La palabra más hermosa y bella que yo he escuchado fue en una serie de entrevistas que hizo Joaquín Vidal a toreros. A Domingo Ortega, le preguntó: maestro, ¿qué es el toreo? Y respondió, “un arte”. Y a continuación: ¿dónde está el toreo? Contestación: “En las palmas de las manos”. Eso es lo más maravilloso que he escuchado. Y ha pasado como un torero poderoso. Pero el toreo está ahí, en las palmas de las manos». Y abunda: «Porque el toreo es arte. En el toreo no hay toreros artistas, hay toreros de arte. Los artistas son los que trabajan en el circo. ¿Torero artista? No hay, y no se puede usar esa palabra para denominar al torero. Toreros de arte o con arte. Pero no artistas».
¿Y con qué toreros de esa lista se identifica más Rafael de Paula? «Más con el que es humano, con Juan Belmonte. Y con Manolete. Yo, por lo que poco que sé, podía alcanzar a Belmonte, a entenderlo y comprenderlo. Y a Manolete, el de mayor profundidad torera y el que mejor ha toreado. Una cosa es ser buen torero y otra torear bien. El que mejor ha toreado de la historia ha sido Manolete».
Pero llega el momento de hablar de Rafael de Paula, no de los demás. Le digo que él ha sido un gran torero y me quedo de piedra con su respuesta. «Yo no he sido nada. Yo, solamente, he sido, mire usted, un ave que he emigrado y he podido llegar al sitio y luego he podido volver. Un ave que ha hecho ese viaje y he vuelto con muchas fatigas y en estado agónico».
No puede ser. Le digo que difiero con esa definición, que tiene precisamente el toreo en las palmas de sus manos, de sus muñecas, y de nuevo la respuesta es digna de un genio, de alguien distinto a todo y a todos. «Míreme a los ojos —se le humedecen—: yo he tenido el toreo en mis manos en dos ocasiones, y se me ha ido. Por eso no soy nadie. Y eso es imperdonable. Para un profesional es un fracaso».
El partido paulista
«Después del toro de Vista Alegre… yo lo cuajé. Todos los periódicos hablaron de mí. Me acuerdo que entonces, en el Ruedo antiguo, escribía don Antonio Abad y tituló su crónica: “Ha nacido un partido taurino, el paulista”. Aquella tarde salí a un toreo a nivel nacional. La otra tarde fue en otoño del 87, en Las Ventas, el toro de Martínez Benavides. Luego me llamó Canorea y me propuso matar los seis toros del 12 de octubre en Sevilla. El de Fermín Bohórquez se lo brindé a Francisco Montero Galvache. Luego, por circunstancias, yo no he podido dar todo lo que llevo dentro, por mis facultades físicas, y no quiero agarrarme a eso. He estado a merced de los toros, no porque no supiera, sino por mis rodillas. Yo tengo más valor que El Espartero. Pero desde 1971, que estoy operado de las rodillas… ahí se acabó mi vida».
Y continúa en un monólogo estremecedor. «Yo me he puesto delante del toro con las fatiguitas de la muerte. Los tobillos se me hinchaban. Me he defendido como he podido gracias a que tengo unos brazos muy buenos y a mis muñecas. Estoy vivo. Es muy difícil ejercer esta profesión en mis condiciones. ¿Y por qué lo he hecho? Porque necesitaba comer y dar de comer a mis hijos». Habla y reflexiona. Se para a pensar. «Las muñecas más prodigiosas del toreo han sido las de Rafael el Gallo, y las de Manuel Jiménez “Chicuelo”. Rafael, de salida, hacia unas cosas con el capote a una mano…»
Es Rafael de Paula. Una conversación para llenar las páginas de un periódico entero. Han pasado cincuenta años de aquella alternativa en Ronda y el toreo que tiene en su mente, en sus sueños, lo sigue teniendo también en las palmas de las manos.
«Tomás, de los que casi saben torear»
Hablamos del toreo actual. Es tajante y claro al definirlo: «Está mal. Yo no he visto una cosa más infame». ¿Tanto ha degenerado? «Eso me pregunto yo», responde. «Yo no sé ná. El que menos culpa tiene es el torero. Más la culpa es del público, los periodistas… los toreros no tienen la culpa de haber nacido en esta época. Ahora, se tienen creído que son… y son tablas, tablones. Los toreros hacen lo que pueden y saben».
«Si tengo que nombrar a un torero de hoy, porque me gusta su carácter y su forma de ser como hombre, porque casi sabe torear, ese es Tomás (José Tomás). Yo he estado con él dos o tres veces y lo he visto torear, antes de esta reaparición. Tomás no es hombre ambicioso. Se arregla con poco, vive en un adosado. Me gusta por eso, por su forma de ser y su carácter. Ha vuelto, yo no lo he visto, pero él sabe muy bien lo que hace, lo tiene muy claro y no hace gala de nada. Es torero que desde que ha reaparecido es el que manda con mucha distancia de los demás, y ¡sin saber torear del todo! ¿Cómo serán los demás? Los demás hacen lo que pueden y saben. Como no dan más porque no saben, ahí están. Yo sé que hay algunos que están ricos, pero como esos doce… y creo que sé algo de esto…»
¿Y Morante? También habla del de La Puebla del Río. «En los escasos seis meses que estuve con él he hablado de toros, de vacas, de toreros, de toreras; de lo divino y humano. Y ya está. Y le deseo a Morante, de todo corazón, lo mejor».

2 comentarios:

  1. Se puede colegir entonces que para Rafael de Paula, Morante es un torero artista y no un torero del arte, ya que habló de todo con él, menos de Torear.

    Paco Callejo

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  2. Sr.Callejo,entonces Morante es algo artista, por ende según dice Paula,los artistas son para el circo.
    Lo mejor para Morante,-ojalá se realize,según Paula- es que alguna vez salga por la calle de Alcalá 237 en hombros.
    Con el cuento, en complicidad con la prensa a su servicio,venden la moto que el aficionado de Madrid busca la perfección en el toreo.
    En la fiesta la emoción está ausente,por la falta del toro en plenitud,hoy en día la casta es una molestia.

    Morería de Surco.

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