Peña Taurina Tendido 10

domingo, 12 de febrero de 2012

Joselito el Gallo (VI) Suspiro limeño (1ª parte)


Joselito el Gallo (VI) Suspiro limeño (1ª parte)
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Una imagen mítica. Joselito, de luto tras la muerte de su madre, en la puerta de cuadrillas de la Maestranza antes del paseíllo en una corrida de la feria de abril de Sevilla del año 1920.
Perú es el país de los sueños y la poesía. Quizás, por eso un postre tradicional de aquí se llama el suspiro limeño y un sueño que duró un suspiro fue el periplo que, por estas tierras, hizo Joselito el Gallo el invierno del año 1919 para el 20.
El caso es que Joselito tenía comprometido con la empresa de la Plaza de Toros de Acho venir a Lima un año antes.
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La empresa de Lima viajó a Sevilla para contratar a Joselito quien debía haber toreado en esa tierra a finales del 18 y principios del 19.
Sin embargó, el fallecimiento de su madre, Gabriela Ortega, a finales de enero de 1919, le obligó posponer el viaje aunque con el compromiso con la empresa limeña para viajar a ese país al año siguiente.
Joselito con su madre y hermanos-as
Joselito enviaba a su madre, por la que sentía adoración, a tomar todos los años aguas en distintos balnearios. Al volver de uno de ellos (Suazo) la señora Gabriela se encontró indispuesta y enfermó. José no se separaría de su cama en los dos meses que duró la enfermedad de su madre.
La situación personal y profesional de Joselito ese año fue muy complicada. A la muerte de su madre se unió la inquina que, durante toda la temporada tuvo que soportar por parte del cronista del diario ABC, Gregorio Corrochano (a quien en este caso me permito suprimirle el don puesto que sin justificación alguna se dedicó a zaherir al diestro cuando años anteriores había sido ferviente defensor del torero).
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La prensa gallista (concretamente el The Kon Leche) denunció la postura durante ese año de Corrochano quien tan afecto había sido antes a Joselito. Éste pensaba en su fuero interno y así lo comentó a algunos amigos que Ignacio Sanchez Megías era quien azuzaba (consciente o inconscientemente) al crítico de ABC, pues Ignacio llegó a filtrar algunos comentarios privados de José que el cronista aprovechó para utilizarlos en contra del torero.
Además Joselito estaba fervorosamente enamorado de Guadalupe de Pablo Romero. Diferencias de casta y clase (José no sólo era torero sino también gitano) se oponían al amor que Joselito sentía por esta dama de la clase alta sevillana. Algo que hoy nos parece absurdo pero que respondía a los arcaicos esquemas mentales de la alta burguesía sevillana de entonces. 
El padre de la dama, y pese a su supuesta amistad con el torero, no consentía en estas relaciones y sólo permitía la boda si Joselito abandonaba su profesión.
Una exigencia excesiva para alguien como José que solo vivía por y para el toreo. El amor de Joselito por su profesión era tan exagerado que más que afición habría que hablar (en frase feliz de Fernando Cámara) de adicción.
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Joselito entre Felipe de Pablo-Romero y Llorente, el padre de Guadalupe y Felipe de Pablo-Romero y Artoloitia, hijo del anterior. Quienes pudieron llegar a ser -y no fueron- suegro y cuñado de José, respectivamente. También aparece en la foto (a la izquierda) Juan Belmonte a quien Joselito hizo partícipe de sus confidencias amorosas. (Fotografía de Tierras Taurinas. Opus 6. En esta revista se dice que la foto está tomada en 1917 en una tienta en la finca Partido de Resina donde aún hoy pastan las reses de esta ganadería. Sin embargo, Parrita dice -en su libro- que la foto está tomada en una tienta en la finca del ganadero Medina-Garvey).

Durante todo el año 19, todas estas circunstancias pesarían como una losa sobre las espaldas de Joselito quien sin embargo tuvo una de sus mejores temporadas como torero.
Joselito hubiera viajado a Lima ese año en cualquier caso (pues su profesionalidad rayaba en lo excesivo) pero en la situación anímica en la que se encontraba, el compromiso que había adquirido un año antes con la empresa limeña le vino al torero como anillo al dedo.
El Viaje a Lima
Hoy nos quejamos cuando un vuelo atlántico dura 12 horas. Una minucia –sin embargo- comparada con las condiciones en las que entonces se desarrollaba este tipo de viajes. Cruzar el charco era toda una aventura. Por eso, no tiene nada de extraño que se formará una extensa comitiva para despedir a José en su viaje a Lima.
Primero, en Sevilla, donde le despidieron militares, ganaderos y amigos. Luego en Madrid, con una nutrida representación de aficionados, algunos de los cuales le acompañarían hasta Gijón donde José embarcaría en el Infanta Isabel.
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El Infanta Isabel en el que Joselito viajó a América
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Joselito durante la travesía y con el primer oficial del buque
En el viaje le acompañaron sus picadores Camero y Farnesio, sus primos el Almendro y el Cuco y su buen amigo el torero Isidoro Martí Flores con el que alternaría en Lima.
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Joselito con Isidoro Martí Flores y los miembros de su cuadrilla
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Gallito con su amigo el torero Isidoro Martí Flores y (volviéndose hacia el fotógrafo) su primo el Cuco.
El viaje duró la friolera de 5 semanas, pues el barco llegó con retraso a Cuba por lo que perdió el enlace previsto para cruzar el canal de Panamá, lo que José aprovechó para darse un garbeo por la Habana.
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Curiosa postal de “la Havana”
Luís Casas “El Brujo Bohemio” le entrevista en la Habana
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Joselito con Luís Casas quien le entrevistaría en la Habana.
En La Habana, a Joselito le entrevistó Luís Casas conocido como el Brujo Bohemio. José le dijo al periodista varias cosas no por sabidas menos interesantes.
Primero, que el valor es imprescindible para un torero (“con miedo no se podría torear”). Segundo, que la suerte en la que se encuentra más a gusto es en la muleta (En lo que coincide con el juicio que le hizo Guerrita). Tercero, que su cualidad más destacable como torero, es la de conocer los toros en cuanto salen del toril (“me precio de esto mucho”). Yo añadiría, con Corrochano, que los conocía antes de salir. Y cuarto, que puede asegurar que Belmonte y él son lo que se llama buenos amigos.
El ambiente a su llegada al Callao
Una vez cruzado el canal transbordaron a un vapor peruano (El Uyacati ó Uvacati) que les llevó ya directamente al Puerto del Callao donde llegó el día 13 de diciembre y donde le esperaba una ingente multitud en numerosos barquitos.
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El desembarco
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En el muelle pisando ya tierra peruana. Joselito con atuendo torero (torero aquí y en Lima)
Y de ahí le llevaron a la casa que le habían preparado en la plaza de la Inquisición.
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En su casa de Lima con sus amigos. Joselito descansa del viaje.
En Lima se le esperaba con verdadera expectación pues su fama de gran torero le precedía.
Lo curioso es que algunos belmontistas españoles pretendieron indisponer a los aficionados limeños enviando cartas donde decían que quien llegaba era un torerito tramposo que iba a robar el dinero de los peruanos.
Se quería aprovechar que, en Lima, se respiraba ambiente belmontista pues no en balde Juan se había casado con una señorita de la jet-set limeña, lo que suponía un hándicap para José como líder del partido contrario.
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La noticia de la boda de Belmonte en la prensa española de la época. En realidad, Juan (un “gentleman” según la prensa) se casó por poderes.
Más divertida aún fue la copla que se hizo circular los días antes de la llegada de José a Lima y que -a la vista del precedente de Juan Belmonte- avisaban al torero del verdadero peligro que le acechaba y que no eran los toros, según decía la letra, sino los ojos de las limeñas.

Los ojos de las limeñas

hacen pecar a un bendito

a Belmonte lo casaron

¡Ten cuidado, Joselito!

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Juan Belmonte con Julía Cossío. A Juan, según la copla, lo casaron los profundos y risueños ojos de esta limeña.
Joselito torea (y triunfa, pese a todo) en la plaza de Acho.
El que caso es que, con todo lo anterior, Joselito se presentó en Lima con cierto ambiente a la contra. No tanto como deseaban los partidarios españoles de Belmonte ya que, en realidad, pesaba más la expectación por ver al que todos consideraban un gran torero, pero sí el suficiente para crear ese clima de pasión que a veces necesita la fiesta.
La temporada limeña de José se resume en el siguiente cuadro incluido en el libro Joselito, el rey de los toreros del gran escritor taurino y biógrafo de José, Paco Aguado.
Joselito toreó las siguientes corridas en Lima:
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El primer paseíllo de Joselito en Lima. José con Curro Martín Vázquez e Isidoro Flores. Ese cartel se repitió el día 4 de enero. Sin embargo, la circunstancia de hacer el paseíllo desmonterados la mayoría de los toreros participantes indica que la foto recoge probablemente la primera actuación de la troupe taurina española en ese año y, por tanto, el primer paseíllo de Joselito en Lima (el día 14 de diciembre al siguiente de su llegada al puerto del Callao).
En la primera tarde, José no estuvo bien pues la corrida se celebró al día siguiente de su llegada con el lógico cansancio por el viaje y aunque pidió un aplazamiento no se lo concedieron.
Pero la clave del mal resultado del festejo estuvo en el pésimo comportamiento de las reses que pertenecían a la ganadería criolla de la Rinconada de Mala.
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Más que el cansancio (José toreó al siguiente día de llegar de viaje) la clave del mal resultado del primer festejo fue el ganado de la Rinconada de Mala de Don Jesús Asín, como señala en su crónica el corresponsal de la revista Sol y Sombra en Lima, “Matraca”.
La siguiente corrida se dio –como es habitual allí- una semana después. Esta costumbre me parece mucho más racional que el atracón de corridas seguidas de las grandes ferias españolas y me recuerda al estilo del antiguo y tradicional abono madrileño. Magnífico sistema hoy día lamentablemente perdido. ¡Lástima!
En esa ocasión y aunque los toros no pasaron de regulares, Joselito apretó el acelerador y las cañas se tornaron lanzas. El triunfo de José fue esa tarde incontestable. Los limeños pudieron comprobar la calidad y categoría del torero. El público de Lima se entregó a José incondicionalmente.
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En la segunda corrida, Joselito triunfó y convenció a los limeños. Los cencerros que allí es costumbre (costumbre que aún continúa hoy día) hacer sonar en son de protesta, los arrojaron al ruedo como tributo al torero de Gelves, según nos cuenta el Heraldo de Madrid.
Lo mejor es que el tiempo entre corrida y corrida permitía al torero relajarse y hacer vida social. Joselito aprovechó al máximo esta circunstancia y llegó a hacer muy buenos amigos en Lima.
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Joselito de paseo por Lima con los hermanos Botto. Los empresarios de la plaza limeña.
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Joselito en el “camal” de Lima con un nutrido grupo de aficionados peruanos.
Esos descansos le permitían también dedicar tiempo al deporte y mantenerse en forma preparándose para las siguientes actuaciones.
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Una foto muy conocida. Joselito en bicicleta en la plaza de toros de Lima. Iconoclasta.
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En cambio esta foto es mucho menos conocida. Joselito aparece en un descanso de un partido de pelota en la misma plaza. Joselito pelotari decía el pie de foto original. Está acompañado –entre otros- de Manolete padre (que es quien sostiene el balón) y que toreó junto a Joselito en una de las tardes de la temporada limeña aunque con regular fortuna. Los toreros están sentados sobre el poyete de la plaza antigua. Ese poyete se suprimió en la remodelación de 1944. Precisamente, sentado en este poyete Joselito dio dos magníficos pases ayudados a un toro del Olivar, en la corrida del día 4 de enero.
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Así era la antigua plaza de toros de Lima. Aquella en la que toreó Joselito. En la foto se aprecia muy bien el curioso poyete adosada al murete sobre el que se sitúa la balconada para los espectadores de primera fila (todos con el inefable canotier) debajo de la cual se localizaban unos curiosos cuartos para los más privilegiados (con algunos de los cuales conversa el torero que está en primer término. Seguramente, analizando los azares de la lidia). La plaza tenía todas las localidades cubiertas al estilo de la plaza de Ronda. Bueno, todas no. En el tejado se han ubicado numerosos espectadores. Esta peculiar idiosincrasia se perdió en la reforma de 1944 cuando la plaza original se sustituyó por otra más convencional, aunque también con mucho encanto.
En las siguientes corridas, José mantuvo el nivel alcanzado siquiera no siempre le fuese posible lograr el máximo lucimiento por mor del ganado. Especialmente pésimos fueron los toros mexicanos (del Marqués de Saltillo, según el crítico de Sol y Sombra) lidiados en la sexta actuación de José en aquellas tierras (el día 19 de enero).
El escándalo por el escaso trapío y mal comportamiento del ganado mexicano fue de tal calibre que sólo la ocurrencia de José, destinando sus honorarios (o  la recaudación, según otras fuentes) a fines benéficos, pudo evitar males mayores.
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Pero la corrida de los toros mexicanos fue una excepción y en el resto de tardes Joselito siguió triunfando y gozando del beneplácito del público limeño. La apoteosis llegó la última tarde en la corrida que (como era costumbre en Lima) se dio en su beneficio y que José toreó (como también era costumbre en él) en solitario.
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Dos de los toros de la Ganadería del Olivar lidiados por Joselito en su última corrida en Lima (8 de febrero) que estoqueó en solitario como en él era habitual (aunque el sobrero esta vez lo cedió al torero local Cachucha). La ganadería del Olivar, de procedencia veragüeña y cuyo propietario era Don Celso Vázquez, fue junto a la Rinconada de Mala, una de las primeras ganaderías peruanas. Eran toros escurridos de carnes y bien puestos de pitones. Genéticamente poco refinados (como señala Paco Aguado). La costumbre antigua de disecar la cabeza de los toros cortando el cuello, algo a lo que no estamos acostumbrados, puede distorsionar nuestra percepción del real trapío de los astados. Los nombres de los dos toros que aparecen en las fotografías de arriba son –respectivamente- Primogénito y Maravilla. Este último (precisamente el último lidiado por José en Perú) rebautizado en claro homenaje al diestro de Gelves a quien se conocía popularmente como “Joselito Maravilla”.
La corrida de despedida fue triunfal y el público llegó al delirio. Como resumen, baste señalar que un cronista local dijo que Joselito lo había hecho todo “y todo magníficamente hecho”. Señalaba no obstante un lacónico reparo, que era –en realidad- elogio: “Solo le faltó hacer de picador y de toro”.
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Los trajes de José y Juan juntos en el Museo Taurino de la plaza de Acho.
(Continuará…)

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