Granero murió en Madrid de una cornada similar
Joaquín Vidal, - Madrid - 13/06/1983
El quinto era veragüeño, cárdeno bragao, con trapío y astifino, de condición manso y burriciego. Manolo Granero inició la faena de muleta citando a distancia, aunque para los aficionados que presenciaron la tragedia lo hizo demasiado cerca de tablas, pues el toro tenía querencia a las mismas. Efectivamente, se venció, prendió por un muslo al torero y cuando cayó lo comeó ferozmente hasta el estribo. En los últimos derrotes le destrozó la cabeza contra la barrera.
Cuando el infortunado diestro, que había quedado "hecho un guiñapo" -dicen las crónicas de la época- era conducido a la enfermería, el consternado público tuvo la sensación de que la cogida era mortal. No estaba equivocado. El parte facultativo refleja, aun en su laconismo, el horror de aquella tragedia. Decía así: "Cornada en región orbitalina derecha, con fractura del fondo de esta cabidad, sigue por fosa cerebral media atravesándola en toda su extensión, destrozando la masa encefálica; fractura de los huesos frontal, etmoides, esfenoides, parietal, temporal, maxilar superior y malar, con desprendimiento de partes blandas del pericráneo, desde la órbita, y procedencia de gran cantidad de masa encefáfica, con fractura igualmente del cráneo, que da comunicación con esta cabidad, y de ésta, con faringe. Mortal de necesidad. Otra cornada en cara anterointerna del muslo derecho. Entró en la enfer mería en estado agónico y el torero fafleció instantes después".
A pesar de que las cornadas gravísimas que ha habido en toda la historia del toreo, no han sido muchas las que sufrieron los tore ros en la cara con pérdida de algún ojo. Es famosa la del torero ro mántico Manuel Domínguez Des perdicios, a quien el 1 de junio de 1857, en El Puerto de Santa María, el toro "Barrabás", de Concha y Sierra, le vació un ojo, que le quedó colgando. Cuando se incor poró no pudo pasar a la enfermería, pues ante ella se había entable rado el toro, y El Tato, ni lograba sacarlo de la querencia, ni darle muerte. Domíriguez, que tenía también otra cornada en la boca, se desangraba, y en la espera -que duró no menos de siete minutos- se arrancó el ojo que le colgaba, exclamando "¡fuera desperdicios!", de donde le vino el apodo. Con papeles se taponó las heridas, y al parecer esto fue lo que le salvó la vida. Noventa días más tarde, volvía a torear.
Ya en nuestros días, el matador de toros Juan José está en activo y torea con normalidad, a pesar de que le falta un ojo -lo perdió en accidente de automóvil-, y en las mismas circunstancias lo hacía en la década de los años sesenta el banderillero Migueláñez, por cierto con gran eficacia y arte.
Lo que se sale de ojo es el fraude de la empresa con los carteles baratos y de precio de abono alto. ¿ Quien defiende además de ustedes a la afición.?
ResponderEliminarCucardeño.
No olvidar a Javier Vasquez.
ResponderEliminarNo olvidar a Javier Vasquez.
ResponderEliminarDe los carteles de acho nada.Se les ve el plumero.
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