Peña Taurina Tendido 10

jueves, 21 de junio de 2012

BALANCE DE ANTONIO LORCA SOBRE SAN ISIDRO 2012


Un rescate urgente para los toros

Triste y pobre balance de una soporífera Feria de San Isidro

Madrid 5 JUN 2012 - 00:05 CET
 Se cumplieron los peores pronósticos. El balance de la larga feria de San Isidro está cargado de tristeza y decepción. Ningún torero ha salido por la puerta grande; ningún toro ha merecido los honores de la vuelta al ruedo, y solo el público, el siempre fiel y generoso público, ha acudido en masa cada tarde a pesar del persistente aburrimiento. Es evidente que la fiesta de los toros está pidiendo a gritos un rescate urgente.
Se han celebrado 24 festejos: 19 corridas de toros, tres novilladas y dos espectáculos de rejoneo. Solo tres matadores han cortado una oreja cada uno: Sebastián Castella, Iván Fandiño y Morenito de Aranda; dos novilleros, Gómez del Pilar y Gonzalo Caballero, han paseado un trofeo, y han sido los rejoneadores los que se han dado el festín: dos orejas cada uno Diego Ventura, Andy Cartagena y Sergio Galán, y una Hermoso de Mendoza y Leonardo Hernández.
Se han lidiado 114 toros, y la inmensa mayoría se ha caracterizado por la invalidez, la mansedumbre y una alarmante falta de casta. Solo algunos ejemplares aislados de Baltasar Ibán, Alcurrucén, Cuadri y Adolfo Martín se han salvado de la quema, junto a dos novillos excelentes de Guadaira, y otro, sobrero de Couto de Fornilhos, que ha sido, a la postre, el más bravo y encastado de toda la feria.
Castella ha sido designado como sorprendente triunfador del ciclo y autor de la mejor faena. Su elección suena a aquello de en el país de los ciegos… Se le debe reconocer su heroicidad la tarde en que un toro de Victoriano del Río lo atropelló para matarlo, o su buen hacer muleteril ante un toro de Núñez del Cuvillo en el que llegó a escuchar dos avisos. Pero su labor de conjunto distó mucho de la categoría exigible al triunfador de un ciclo tan importante. Brilló a gran altura Iván Fandiño, pero no fue capaz de rematar un paso histórico por la feria; gustó sobremanera Morenito de Aranda, y se reconoció el valor supremo de Javier Castaño; un año más, un recuerdo para los novilleros, dos madrileños en este caso, Gonzalo Caballero, que llamó la atención por su clásica y personalísima forma de entender el toreo, y, sobre todo, Gómez del Pilar, el más torero, sin duda, de todo San Isidro, que conmocionó a la plaza la tarde del 28 de mayo porque toreó con capote y muleta como los propios ángeles, aunque perdió las orejas al fallar a la hora de matar.
Una mención de honor merecen, asimismo, algunos picadores, entre los que sobresalió el mexicano Nacho Meléndez, y un buen puñado de banderilleros que dejaron muy alto el pabellón de la torería.
¿Qué ha pasado para que el tedio y, muchas tardes, la desesperación se hayan apoderado del ciclo taurino más importante del mundo?
He aquí un par de claves.
El toro parece una especie extinguida. Al menos, está desaparecido. Lo que sale hoy al ruedo, con contadísimas excepciones, nada tiene que ver con el animal bravo y poderoso, de encastado nobleza, que da sentido a esta fiesta.
Los toreros constituyen un sector en horas bajas. Se cansan de cortar orejas en plazas de segunda y tercera, y pasan de puntillas por las Ventas. Las figuras se han ocupado tanto por disminuir el riesgo del toro que han creado una nueva especie que se ha convertido en su peor enemigo. Han conseguido desnaturalizar el toro, y el resultado salta a la vista.
El estado actual de la fiesta, fotografiado en San Isidro, es producto de la más absoluta desunión de todos los sectores implicados. Sobran toreros, ganaderos, pícaros y, sobre todo, esa permanente sensación de fraude que a tantos buenos aficionados expulsa de las plazas. Falta unidad, honradez, integridad, autenticidad…
Es imprescindible que alguien se interese de verdad por la fiesta de los toros, y la rescate de la tristeza actual. Ello exigirá duros sacrificios, pero parece la única manera de que el futuro deje de presentar un color azuloscurocasinegro.

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