Alfonso Navalón
Dicen que es el cerebro privilegiado del toreo moderno y debe ser verdad porque tiene muy pocas cicatrices en su cuerpo y además ha convencido al público que para cuajar una faena hay que escuchar uno o varios avisos. Sin embargo, ni él ni ninguno de los cronistas aduladores han explicado la causa de su última cornada. Ya es sabido que los percances siempre son culpa de los toreros porque el toro no se equivoca al coger y además advierte antes varias veces. Lo primero que debe hacer un torero es preguntarse porque lo han cogido y saber dónde estuvo el error para que no se repita. Como ahora todos los toros que matan las figuras están afeitados y pertenecen a un grupo de ganaderías bobaliconas y faltas de raza, olvidan que el toro por tonto y afeitado que esté tiene sus terrenos y cuando no se respetan surge el percance. Ahora se matan casi todos los toros en la suerte contraria. Por algo se llamará contraria y ahí están dos venganzas bien recientes.
La horrenda cogida del novillero Curro Sierra en Sevilla donde la sangra salía a borbotones del boquete y si llega a ser un pueblo se hubiera muerto. Y esta otra del inteligentísimo Enrique Ponce que en esas rutinarias dobladas rodilla en tierra le dio los adentros a un toro que apretaba hacia fuera en su querencia natural. No es que abusara del pico o dejara un hueco descubierto. En las imágenes se ve clarísimo como va metido en la muleta pero al buscar el toro su salida natural hacia fuera tropezó con el muslo de quien siendo tan inteligente olvidó algo elemental. Como están acostumbrados a torear los borregos mansones que siempre buscan la querencia de tablas no se dio cuenta que ese toro no era manso y a la fuerza tendría que cogerlo al no respetar sus terrenos.
Pero la mayor estupidez de Ponce ha sido echarle la culpa a una equivocación del afeitador de la corrida. Dice Ponce que no se le debe sacar punta al afeitarlos. Con lo cual deja sentado que el espectáculo ofrecido por las figuras es un fraude donde se da por sentado que engañan al público. Ponce debe ser de esos que piensan que la ventaja del serrucho es que el toro pierde el sentido del tacto y se queda corto al tirar la cornada. Y eso puede pasar si la fechoría se hace la víspera porque el toro no es tan tonto como para no darse cuenta que le han cortado algo y rápidamente recupera el sentido de las distancias. Como nos pasa a nosotros cuando nos cortamos las uñas que la principio lo extrañamos pero luego recuperas el sentido del tacto.
Lo que no ha dicho Enrique Ponce es que a muchos toros se le destrozan los pitones en la brega del mueco y al escobillarse el afeitador tiene que sacarle punta para que no se note el estropicio. Ponce echa de menos "la bolita" con que los afeitadores expertos suelen rematar la punta del pitón para que resbale.
Pero Ponce ha cometido una ingenuidad infantil porque el reconocer que no se le debe sacar punta al afeitarlos, da por sentado que se afeitan. Por otra parte es una tontería lamentarse de estas cosas. Los toros de las figuras y sobre todo los de Ponce pasar por la selección previa de una serie de expertos que eligen los toros adecuados al gusto del que manda. Si Ponce tenía alguna queja del método de afeitar debe echarle la bronca en privado a su barbero pero no demostrar públicamente que le fraude está a la orden del día y están engañando al público.
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