FUENTE http://eltoroporloscuernos.blogspot.com/2011/03/aguilar-nos-reconforta-con-el-toreo.html
Plaza de toros de Valencia. Última de Fallas. Media entrada escasa. Toros de Adolfo Martín para Rafelillo, Tomás Sánchez y Alberto Aguilar.
La tarde de ayer lamentablemente sirvió para constatar, una vez más, el verdadero problema de la Fiesta: a la gente, ya no digo afición, el Toro no le pone. Lo que se lleva ahora son las contorsiones de las figuritas con la borrega inválida o ese toreo de salón descafeinado más parecido a una danza del vientre Bere Bere que a la estoica disciplina del toreo. Es así: la única tarde en la que se sabía a ciencia cierta que el Toro iba a estar presente, y no se pasa de un tercio largo de entrada. Vamos, que mientras tres personas pasaron por taquilla para ver los mulos de las Ramblas o los inválidos de Victoriano del Rio, sólo a una, en todos sus cabales, le dió el achaque de apuntarse a los adolfos.
Y con una señora corrida de Toros obsequió el patrono de los Alíjares al tenaz aficionado. Vieja, con años, bordeando la edad reglamentaria, -otra de las trampas legales utilizadas para menoscabar las ventajas al Toro-, con leña por delante, musculada y liviana de romana. Para disgusto de los presentes, blandearon en exceso, en especial el cuarto, inválido en estado terminal, tampoco estuvieron sobrados de casta, acabaron viniéndose abajo, siempre de más a menos, sin fondo dónde rascar. Pero, ¡ojo! que aquí nadie se aburrió.
Rafaelillo se topó con el peor lote de la tarde. También es justo decir que ese lote embisitió a uno de los peores Rafaelillos que se recuerden. A su primero le dió unos muletazos muy a modo, templaditos, consintiéndole, a su altura, acompañando más que mandando, dibujando pases más que toreando. Con el cuarto, un inválido que debió ser devuelto, estuvo aperreado consigo mismo y porfión con la cuadrilla. La única faena que le hizo al adolfo consistió en mostrarle a la afición su lisiadura.
Tomás Sánchez quiere ser gente en esto. Lo malo es que, como muchos compañeros de exilio en la marginalidad, lleva la tira de años queriendo serlo. En mayo hará catorce que tomó la alternativa el buen torero valenciano. Supongo que si la crisis y sus gañafones no le han calado las carnes seguirá en el Mercado Central, levantándose a las cinco de la mañana, mientras otros... mientras otros, compartiendo oficio, ya hemos visto a que se dedican... La tarde, un trago para alguien que no torea, la ha pasado con nota. De menos a más, cosa de la bravura. Si bien es verdad que sus faenas han tenido altibajos, errores en la colocación y distancias, aumentando la sensación de inseguridad en determinados momentos, en los que el coleta estaba a merced del Toro. Pues todo eso y más, se tapó con vergüenza torera, orgullo y mucho corazón. También con toreo bueno, que lo hubo en forma de unos cuantos naturales sueltos, templados y encajados, aunque sin ligazón. Merece más este Tomás Sánchez.
Y el gran triunfador de la feria, a medias con Leandro, es Alberto Aguilar. Aunque los premios de la cátedra revistera vayan destinados a Manzanares, que es la figura que quieren poner de moda esta temporada. A pesar de que no haya visto un Toro como Dios manda en su vida. El caso es que el buen toreo del madrileño, al que maldita falta le hace la interesada propaganda de la televisión de Molés, a muchos no nos pilla por sorpresa. Macho, guerrero, con la mente despejada, resucitando viejos términos talibanes: parar, templar, mandar y cargar. Así lo hizo hasta que en un momento de abandono, de regocijo, ¡zas!, voltereta y cornada en la espinilla. Sangre, que buena falta hacía. ¿Que es duro? Pues sí. Pero habla muy mal del estado en el que se encuentra la Fiesta que en la primera feria importante del año, en la que tendrían que arrear, no haya habido un apuro, una mala voltereta, un puntazo corrido. No hay verdad. Hasta eso ha arreglado Aguilar. Mató como pudo y recogió su más que merecida oreja.
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