La Fiesta está enferma y necesita que con
urgencia se la someta a una cirugía para extirpar todos los males que le
han ido saliendo y están creciendo con una celeridad alarmante...
La Fiesta está enferma y necesita que con urgencia
se la someta a una cirugía para extirpar todos los males que le han ido
saliendo y están creciendo con una celeridad alarmante, invadiendo
todos los estratos de este sin igual espectáculo. No se puede esperar
más. Así no es posible continuar, aunque se empeñen los estamentos
taurinos, todos, en creer que con entrar en Cultura todo está salvado, y
no es así. El estar en Cultura representa un gran paso, pero no es la
salvación. La Fiesta se tiene que salvar desde dentro, empezando por la
materia prima, o sea el toro, pasando por los profesionales que se
tienen que dar cuenta, que por mucho arte que le echen al asunto, el
público acaba aburriéndose ante el toro bobo que hoy en día están
lidiando y no vuelven a la plaza por que se sienten defraudados por un
espectáculo caro y que de emoción cada vez tiene menos.
La masa espectadora es verdad en que es la que, en cada vez más contadas ocasiones, llena las plazas pero no se debe de olvidar que son los aficionados, esos que se sacan sus abonos y acuden a presenciar festejos por toda la geografía taurina, los que de verdad mantienen viva la llama de la Fiesta, y precisamente estos son los que se están cansando de tanto desvarío y comienzan a desertar de sus plazas, renunciando a sus derechos de abonados durante años y haciendo que en las plazas cada vez se vea más el temido, por empresarios y toreros, cemento. No hay peor imagen que una plaza de toros con poco público y mostrando tendidos y gradas vacías.
En la actualidad las figuras no quieren nada más que verse anunciados con toros de las ganaderías denominadas como las del monoencaste, ganaderías que indudablemente gozaron de un prestigio que en los últimos años han perdido al conseguir descafeinar la esencia del toro, eso que se llama casta y bravura, dos puntos básicos de los que se derivan todas las demás señas de identidad que debe de tener el toro bravo, el toro de lidia, ese bello y único ejemplar de nuestra fauna, que se extinguiría si desapareciesen los festejos taurinos. Es necesario recuperar la emoción del espectáculo y para ello existen ganaderías, ya lo creo, incluso algunas con ese encaste tan del gusto de los toreros. Ahí están, pídanlas y comiencen a hacer un ejercicio de conciencia para recuperar la ilusión perdida por el aficionado.
Ha llegado la hora del cambio. Si la Fiesta sigue por estos derroteros, cada vez serán más las plazas que verán cómo sus aficionados desertan y con ellos los núcleos de la masa espectadora que los acompañan irán despoblando los tendidos. Y así... Hasta cuándo.
La masa espectadora es verdad en que es la que, en cada vez más contadas ocasiones, llena las plazas pero no se debe de olvidar que son los aficionados, esos que se sacan sus abonos y acuden a presenciar festejos por toda la geografía taurina, los que de verdad mantienen viva la llama de la Fiesta, y precisamente estos son los que se están cansando de tanto desvarío y comienzan a desertar de sus plazas, renunciando a sus derechos de abonados durante años y haciendo que en las plazas cada vez se vea más el temido, por empresarios y toreros, cemento. No hay peor imagen que una plaza de toros con poco público y mostrando tendidos y gradas vacías.
En la actualidad las figuras no quieren nada más que verse anunciados con toros de las ganaderías denominadas como las del monoencaste, ganaderías que indudablemente gozaron de un prestigio que en los últimos años han perdido al conseguir descafeinar la esencia del toro, eso que se llama casta y bravura, dos puntos básicos de los que se derivan todas las demás señas de identidad que debe de tener el toro bravo, el toro de lidia, ese bello y único ejemplar de nuestra fauna, que se extinguiría si desapareciesen los festejos taurinos. Es necesario recuperar la emoción del espectáculo y para ello existen ganaderías, ya lo creo, incluso algunas con ese encaste tan del gusto de los toreros. Ahí están, pídanlas y comiencen a hacer un ejercicio de conciencia para recuperar la ilusión perdida por el aficionado.
Ha llegado la hora del cambio. Si la Fiesta sigue por estos derroteros, cada vez serán más las plazas que verán cómo sus aficionados desertan y con ellos los núcleos de la masa espectadora que los acompañan irán despoblando los tendidos. Y así... Hasta cuándo.
Ahora se rasgan las vestiduras en defensa del toro,cuando escasea el sobre y las figuras no "mandan".
ResponderEliminarSin la emoción que da el toro auténtico,la fiesta es una farsa y el aficionado está harto del fraude.Hoy en día es moneda corriente la monotonía,vulgaridad,el toreo superficial y ventajista en las corridas que actúan las figuras.Ellos imponen el toro noble,falto de fuerzas,que está a un paso de ser bobo,lo que les molesta e inquieta es la casta y la prensa servil los apoya con el cuento que hoy se torea mejor que nunca.
E.A.V.