Compuesto por un torero que se levanta a
entrenar a las cinco de la mañana, que es cuando otros se van a la
cama; que no reconoce otra filiciación que no sea el fandiñismo;
capaz de recelar, sin miedo, públicamente del jédiez; con la
personalidad suficiente para no dar coba ni al aficionado, tan dado a
mentar la bicha del miura y esperar a que le regalen los oídos; un
matador de toros en medio del desierto de artistas.
Lo cuenta con pelos y señales Patxi Arrazabalaga
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